martes, 10 de septiembre de 2013

Uno a quien no dieron el premio Nobel



Uno a quien no dieron el premio Nobel (ni ningún otro)

“¿Qué pasó que ya no viene tanta gente como antes?”
 “Se murieron muchos… Dios les hizo los milagros que pedían para sus hijos, vecinos y conocidos. Querían mucho a la Virgen y a san Gabriel. Eso sí.”
  “¿No hay nuevos devotos?”
  “Las mujeres que venían se olvidaron de pedir la fe para los milagrados. Por eso, ellos saludan a los médicos, psicólogas y curanderos. Pobres doñas, ya  bastante hacían con pedirle favores a Dios. ¿A quién se le ocurre que tenían el deber de transmitir la devoción de san Gabriel a sus hijos o nietos?”
   “Sin embargo, algunos tienen que haber venido”.
   “Si, por unos años. Y volverán.”
   “¿Cuándo?”
   “Simple. Apenas tengan un nieto enfermo, aparecen. Cuando su hija se accidente, vienen. Si gastaron la plata en psicólogos y metafísicos a la bartola, vuelven”.
   “¿Para qué?”
   “Para ver si hay algún cura “sanador”. Entonces, aquí les dicen  que en la parroquia de al lado hay uno, aunque no pueden  precisar qué días sana y cuánta limosna hay que dejar”. 
   “¿No se acuerdan del fundador?”
   “No. Dado que ahora  ven a un hombre enérgico, piensan que el  fundador del santuario estará en el purgatorio. Sólo quedan algunas personas mayorcitas, que estuvieron en la inauguración. Son un poco atrevidas, eso sí. Protestaron pues el día del 20º. cumpleaños ése hombre no apareció. No sólo eso, ni siquiera dejó unas líneas de recuerdo para ser leídas. No hay que extrañarse, según afirman.”
   “Y ¿cómo dicen algunos  que el viejo aquel está tan lleno de vigor?”
   “Por lo que sé, inventó una Escuela de Religión para niños,  hizo bancos de cedro (como   pidieron), terminó un retablo en honor del Arcángel, hizo un Cinerario modelo en Buenos Aires, renovó los baños para que las mujeres estuviesen más cómodas, hizo otras salas de reunión, tiene  planos listos para construir una Casa de caridad, puso rejas y cambió la secretaría por motivos de seguridad, hay un coro bastante bueno… y sigue contando cuentos en los sermones. Las mujeres de aquí mandan unas treinta toneladas a los parajes miserables del país. Aunque él también me parece tacaño, algunos dicen que los fletes los paga de su bolsillo. Vaya a saber…Ahora anda con tiento, porque si predica el evangelio de verdad, muchos se ofenden. Así que inventa relatos de un asno disfrazado de león y otras lindezas semejantes.”

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