domingo, 15 de septiembre de 2013

En Catalunya


En Catalunya

   Ir a Catalunya y no visitar Tamariu, es como ir a Roma y no conocer la basílica de la colina vaticana. Se revistió de coraje y se metió entre catalanes. Tan mal no le fue. Conoció a uno de los primeros pobladores del ahora lugar de veraneo, el “Señor” Massuet y su esposa amante de los merengues italianos,  y a otros “señores” de Barcelona, los Robreño, que eran un poco menos notables que el primer señor. No le gustó vivir en Tamariu y se hospedó en Palafrugell,  porque ingresaba cada mañana a un kiosko de diarios y revistas espléndido, a un bar sólo para cojonudos clientes en donde podía estar cuanto quisiera, aunque tolerando el humo de habanos cubanos que pensaban era sólo para parroquianos.
  A Pablo se le ocurrió llevarlo a las escasas arenas, la celebérrima cala de Tamariu. Aceptó de mala gana, no por la playa, sino porque siendo un ave nocturna por su obsesión por las letras, el Lorenzo tan intenso, lo hartaba.
  Maligno el huésped, pues le puso una trampa al amigo sudaca. Cada día es igual, aunque cada día trae una sorpresa. Jamás hubiera imaginado el  visitante  que muchas viejas fruncidas de piel, esferoidales de perniles, anduviesen con unas ubres torrenciales, caídas al aire. Y menos que una de ellas, tuviese un tatuaje de flores rojas debajo del ombligo.

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