Entre amigos
“Pareces deprimido, monse. ¿Por qué?”
“Acabo de hablar y nadie me llevó el
apunte”
“Ah. ¿Y por qué estás deprimido?”
“Estaban tan aburridos que miraban el
reloj para ver si la pila funcionaba”.
“Ah. ¿Y por qué estás deprimido?”
“No puedo creer que no les interesara.
En un momento, los bostezos eran unánimes”.
“Ah. ¿Y por qué estás deprimido? Aún
no respondiste a mi pregunta.”
Monse estaba por perder la calma y entrar en el enojo. “¿Con tantos
motivos, y aún no te das cuenta de por qué estoy deprimido?”
El asistente dijo: “Total, diez
segundos después que salieron ya no se acordaban más de vos. ¿No sabés que los ilustres son los últimos y
los indignos, primeros? ¿Acaso no sabés por qué Borges no recibió el premio
Nobel?”
“No. ¿Por qué?
“Porque en esa época de mediocres, los
únicos sabios eran los suecos.”
“Y ¿entonces?”
“Salí de la prisión, monse. La
cerradura está por dentro. Y la llave la tenés vos.”
“¿De qué cárcel me hablás?
“De creerte mejor que los demás y
esperar el premio Nobel”.
Entonces, monse se rio de sí mismo.
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