La palabra de amor
y el gesto de salud
Te amo, dije al agua.
Absorbió mi palabra
y en un gesto extravagante
se convirtió en muchas flores.
Gritó al agua, el vecino.
Huyó de su maldad
y se volvió repulsiva.
Oye esta melodía conmigo,
dije, agradecido, al agua.
Y con la extravagancia habitual
el agua se enderezó llena de flores.
No quiero verte más,
oyó el perro, de una boca amarga.
Y se trocó en monstruo.
Te quiero mucho,
dijo el hombre al can.
Bajo los ojos y se acercó manso.
Igual acontece a la gente:
se hunden o vibran
cuando tocan mi mano.
¿Qué le pasó a la mujer
que descargó sus lágrimas
sobre Jesús?
Salió de su alienación.
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