miércoles, 18 de junio de 2014

74 El abuelo, el padre y el niño

El abuelo, el padre y el niño
   Un padre casó a su hijo. Le donó su fortuna entera. Sólo le rogó que lo dejase vivir en su casa. Después nació su nieto.
   Pasaron los años hasta que el niño tuvo doce. El abuelo, ya viejo y enfermo, andaba con bastón. Estaba triste, pues su nuera arrogante lo humillaba. Decía sin cesar a su marido:   - ¡No aguanto más al viejo! Me voy a morir si tu padre sigue aquí. No puedo más.
   El hijo le pidió al padre:
-Papá, andate  de mi casa. Te mantuve durante catorce años.
-Hijo, no me eches de la casa. Soy anciano y enfermo, nadie me querrá recibir. Me conformo con un rincón en el taller.
-No es posible. Tenés que irte. Mi mujer está cansada de vos.
-Dios te bendiga, hijo. Me voy como querés. Al menos, dame una manta para dormir en la calle.
   El hijo llamó al nieto y le ordenó:
-Andá al taller y dale al viejo una manta de las que hay en un baúl. Así podrá dormir en la calle.
   El chico fue al taller con su abuelo. Eligió la mejor manta. La dobló por la mitad y, mientras el anciano la sostenía, comenzó a cortarla con una tijera por el medio. El abuelo le susurraba:
-Por favor, no la cortes. ¿Qué  hacés? Tu papá dijo que me la daba entera. Voy a decírselo.
-No tengo problema.
-¡Mi nieto me ha dado la mitad de la manta!
-Dásela entera,- decretó el padre.
-No. La otra mitad la guardo para vos, cuando seas mayor y te eche de mi casa.
  Entonces, el hombre llamó al abuelo:
-Volvé, papá. No probaré bocado sin que hayas comido. Tendrás tu pieza, calor y ropa buena. Prefiero que se vaya ella.
   Después de oírlo, el viejo lloró por el hijo arrepentido.