Sólo un preso y un ermitaño entienden
bien la Navidad
Queridos
papá y mamá:
¡Cuántos años han pasado de aquellas Navidades
que preparaban con tanto cariño! Eramos chicos y no nos dábamos cuenta del
sentido de esa fiesta del amor a quienes nada tienen.
Gracias por llevarnos a la Misa de
Nochebuena después de cenar. Y al volver, gracias también, por la sorpresa de
la mesa con postres. No había regalos como ahora, pues los dejaban para los “señores
Reyes magos”, a quienes nos indicaban que escribiéramos cartas que sólo ustedes
sabían a quién entregar.
Han pasado tantos años y la alegría de
aquellas Navidades en casa permanece en mí ser. Ya no hay nadie que pueda
recordarlas, sino sólo yo. ¡Cómo me
gustaba preparar el Pesebre con las ideas, que vos papá nos dabas!
Tenían preparada hasta la música con la que
alegrar más la Nochebuena. Dado que íbamos a la Misa del Gallo a la
medianoche, la velada terminaba en la
madrugada. Eso no impedía que fuéramos a la Misa de Navidad en la mañana.
Menos mal que no supieron nunca las
Navidades de soledad y abandono, la mayoría, que pasé. Me consolaba el recuerdo
de cómo amaban esa fiesta. Aprendí a amarla en la pobreza y la debilidad. El
sacerdocio católico es una prisión. Somos esclavos de la gente que nos quiere
perfectos. Olvidan que ellos también son pecadores. ¿Por qué los católicos se
ponen la aureola de santos? Los fariseos no son cosa del tiempo de Jesús. De
ellos, está llena la Iglesia.
Viene a mi memoria el bueno de mons. Luis
Tomé obispo de Mercedes, después de una Vigilia Pascual en la que participé por haber predicado en
parroquias sin sacerdote.
Los parroquianos de la catedral no lo habían
invitado a la fiesta posterior que harían con otros curas. Habían mantenido la
fiesta en secreto, pues no lo amaban: demasiado pobre para ser obispo.
Entonces, me llevó a la cocina del obispado
y me dijo: “Sólo puede hacerte un té”. El varón santo que dejaba su cama a los
pobres de la calle y dormía en el suelo, me daba la mejor lección de teología
de mi vida.
Queridos padres, abuelos, hermanos: ¡cómo
los extraño en esta Navidad! Estamos unidos en el amor a Jesús. “Pobre,
humilde, nace nuestro redentor”.
Su hijo
Osvaldo