jueves, 30 de enero de 2014

62 Diálogo con mi esposo



62 Diálogo con el esposo
            (Llega el esposo cansado del día. Se lava bien las manos y la cara.)
-La noche se fue y todavía estamos aquí
            (Se saca el saco y lo coloca en una percha)
-Mis amigas salieron a cenar.
            (Se libera de los zapatos y los deja lejos de la cama)
-No comemos afuera desde hace como dos años.
            (Comienza a quitarse la corbata)
-Claro, total ¿qué te importa? A vos de mí nada te importa.
            (Deja la  fina corbata en su lugar)
-En cambio, te hago la comida, te limpio la ropa…
            (Se quita lentamente la camisa de poplín y la deja en un cesto)
-Claro, vos dirás que gasto mucho, pero ¿qué querés?
            (Con cuidado cuelga los pantalones desde la botamanga en la percha especial)
-Sabías que yo era una mina cara. Sabías que mi familia nunca me negó nada. ¿Qué esperabas? ¿Qué me arreglara con tu sueldo miserable?
            (Va enrollando con cuidado la colcha y  la coloca a los pies de la cama)
-Mejor empecemos a pensar en separarnos y no es que cada viernes te venga con la cantilena. Hoy es definitivo.
            (Se acuesta y se cubre con la sábana impecable)
-No te vayas a la cama. No te duermas que te tiro agua en la cara.
            (Se da vuelta y queda sobre su costado derecho)
-¿Así que te hacés el sordo? Bueno vas a hablar directamente con el Dr. Balmaceda, mi abogado.
            (Tiene los ojos entrecerrados)
-Ah, abriste los ojos, ¿no?
            (Se mueve inquieto)
-Es así nomás, me decidí.
            (Se queda de espalda)
-Ojo, para que no te infartes: la casa de Recoleta, la de Pilar, la de Gesell, y la de Punta del Este quedan para mí y los chicos.
            (Abre grandes los ojos)
-Ah, abriste los ojos. ¡Andá despertándote!
            (Se da vuelta y queda sobre el costado izquierdo)
-…Y como máximo te quedará el departamento de Martínez, lo único que aportaste al casamiento. Lo demás… querido … si no fuera por papi. No pusiste ni un peso. Así que…
            (Se sienta en la cama)
-Por fin te incorporás. ¿Qué pensás hacer?
            (Se levanta y busca una toallita mojada en agua fría para secarse la frente y dormir fresquito en la noche de verano)

martes, 21 de enero de 2014

61 Mi padre y yo



61 Mi padre y yo

Dijo Jesús:
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.  Nadie va al Padre sino por mí.
Si me conocen a mí, conocerán también al Padre.
Créanme: Yo estoy en el Padre  y el Padre está en mí.         Juan 14:6-7.11

   El niño dijo a su padre:
- La oscuridad es horrible.
-         No, hijo, no es horrible, -  y me tomó de la mano-.  Nada es horrible cuando creemos en Dios.  
   Me sentí solitario y miedoso, por no poder experimentar lo mismo que mi padre. Me parecía insoportable  que Dios estuviera presente también en la oscuridad, debajo de los árboles, sin poder verlo. La idea me encogía el corazón.
   Entonces, cuando dábamos vuelta el camino, oímos un estrépito detrás de nosotros. Despertamos de los pensamientos. Mi padre me tiró hacia un costado, mientras un tren negro pasaba.
-         ¿Qué tren es éste? A esta hora no pasa ninguno, - dijo.
   Lo miramos con terror, la máquina antigua movida con fuego tiraba chispas al aire. El conductor se perfilaba a través de la luz ígnea, pálido, inmóvil, como piedra, mirando hacia un túnel infinito. Después, la noche se tragó el tren.
   Mi padre me llevó a casa. Caminamos en silencio.
-         ¡Qué tren extraño y antiguo! No reconocí al conductor. ¿Un tren a carbón?
   Mi cuerpo temblaba a causa de una angustia desconocida, de la cual mi padre no me podía proteger. Así resultó la vida para mí, no como la de él, en donde todo era seguro y cierto. Tuve que aprender a caminar ardiendo en medio de fríos impensados.

60 No guardar la Fe en el ropero



60 No guardar la Fe en el ropero

Dijo Jesús:  Tengan Fe en Dios.
Por eso, les digo, todo cuanto pidan en la oración,
tengan Fe que ya lo han recibido y lo obtendrán.          Marcos 11.22.24

   Desde hace unos cuarenta años que soy párroco. Para Pascua o Navidad, era costumbre – antes – regalar al párroco alguna cosita.
   Después de dos o tres años, podía adivinar el regalo por el tamaño de la caja. Si me regalaban cajitas largas y achatadas, sabía por anticipado que eran pañuelos.
   Las juntaba y las colocaba en un cajón de mi ropero.
   Cuando necesitaba un pañuelo, abría una cajita y lo sacaba de allí.
Lo cierto es que tenía más cajitas que necesidad de pañuelos.
   Una vez corrí  el cajón, saqué una de ellas: en lugar de un pañuelo descubrí un antiguo reloj de bolsillo, de esos que usaban mi abuelo y mi papá. Durante  ese tiempo, había sido el poseedor de un rico objeto de anticuario, sin saberlo.

martes, 14 de enero de 2014

59 Cumplir con alegría



59 Cumplir con alegría

La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo tenían en común.        Hechos de los Apóstoles 4: 22

   Entre los judíos, el precepto del Sábado, en su origen era gozoso. Sin embargo, la rutina lo hizo muy aburrido.
   El rabino Samuel tuvo un sueño. Un ángel lo llevó al Cielo y el mostró dos tronos. “¿Para quiénes son?, preguntó. Para tí, si buscas la verdad y el amor, y para un  hombre cuyo nombre y dirección te entrego”.
   En seguida, fue llevado al lugar más profundo del infierno y le mostraron dos asientos vacíos. “¿Para quiénes son?, preguntó.  Para vos, si vives como estúpido e idiota, y para el hombre cuyo nombre y dirección te entrego”.
   En su sueño el rabino fue a visitar a quien debía ser su compañero en el Paraíso y descubrió que ignoraba por completo las costumbres judías. Los sábados solía dar una comida animada llena de amigos y vecinos. El rabino le preguntó por qué celebraba esas comidas. El otro respondió: “Recuerdo que siendo niño, mis padres me enseñaron que el Sábado era un día de descanso y regocijo. Por eso mi madre hacía suculentas comidas, se cantaba, se jugaba y la gente estaba contenta en casa. He seguido su ejemplo”.
   En el mismo sueño, el rabino fue a visitar a su posible compañero del infierno, y descubrió que cumplía estrictamente con la Ley, aunque vivía oscuro y lleno de monotonía.
   Gracias a esta visión, el rabino instruyó a la gente para que celebrase el Sábado con la alegría del corazón, cantando, formando la comunidad, y comiendo en familia.

58 ¿Cómo pude sentirme tan mal?



58 ¿Cómo pude sentirme tan mal?

Yo soy la vida; ustedes los sarmientos.
Quien permanece en mi y yo en él,
ése da mucho fruto;
porque separados de mi no pueden hacer nada.                                            Juan  15: 5

   Cuando los chicos se van a la cama, se calman de la excitación del día y pueden hacer una revisión de lo que sucedió y de lo que hay en sus mentes y su corazón.
   Mientras Juan Carlos acompañaba a su hijo Gabriel a acostarse, sintió que esa noche sería bueno revivir los felices momentos de esa fecha. El equipo de Gabriel había ganado el campeonato de los chicos ese sábado a la mañana. Gabriel hizo dos goles y su amigo Sebastián convirtió el penal que dio la victoria.
-         Qué día bueno -, dijo Juan Carlos, sentándose en el borde de la cama de su hijo. Gabriel no respondió. El chico parecía pensativo.
-         Papá, ¿viste cuando Sebastián hizo el penal y todos entramos en la cancha y saltamos de alegría?
-         Sí - ,  dijo el padre sin saber adónde quería llegar su hijo.
-         Yo estaba contento, pero por adentro me sentí algo mal. ¿Cómo pude sentirme así, si Sebastián consiguió el gol del triunfo? -
   Juan Carlos habría preferido que su hijo le hubiese hecho una pregunta sobre sexo, porque le habría sido mucho más fácil responderla.