martes, 14 de enero de 2014

57 Todavía cantamos!



57 Todavía cantamos
   Queremos darles a conocer, hermanos, la gracia que Dios ha otorgado
a las Iglesias de Macedonia.
Pues probados por muchas tribulaciones, su rebosante alegría y su extrema pobreza
han desbordado en tesoros de generosidad.     2ª Corintios 8: 1-2

   La economía nacional estaba en tinieblas. Los días presagiaban la negrura que luego vivimos. De un día para otro, por decreto, la devaluación dejó en la ruina a la gente. Era 1975.
   En Buenos Aires los rostros de los caminantes denotaban la rabia y la angustia. Sólo se hablaba de eso por doquier. O bien, se guardaba silencio como en los duelos.
   Los de Jesús de la Buena Esperanza no nos desanimamos y algunos viajamos a Santiago del Estero en auto para buscar a unos niños que necesitaban tratamiento médico en la capital. Largo viaje, rico en paisajes de toda clase, hasta que llegamos al polvo y al olvido.
   Los santiagueños: mistoleros, los llaman por la flor, son amables y tranquilos, sufridos y sufrientes. Viven en una de las provincias más pobres de nuestro país.
   Nos recibieron con entusiasmo y atenciones. Alegraron  la visita con sabrosas empanadas, en las que después del primer bocado despuntaba el verde, el rojo o el blanco de sus ingredientes. Las acompañábamos con un vinito amarillo claro tomado sobriamente. Inicié una conversación con los mayores mientras, las mujeres, se afanaban haciendo unos pastelitos de hojaldre y los jóvenes cantaban bajo un árbol de enormes hojas verduscas cuyo nombre no recuerdo. Por supuesto, la charla tuvo que llegar a la economía. Dije muy ufano:
-         En la capital, estamos muy mal ahora. La gente ha quedado sin sus ahorros y se nota la crisis. Me imagino cómo estarán ustedes aquí…
   Se callaron todos y hasta la música cesó. Un muchacho grandote de unos veintitantos años quizá, que miraba su guitarra y sonreía con picardía, contestó humildemente:
Mire padre…  Siempre hemos vivido en la miseria. También ahora. Hay una diferencia… ¡Todavía cantamos!

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