59 Cumplir con
alegría
La multitud de los creyentes no tenía sino un solo
corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo
tenían en común. Hechos de los
Apóstoles 4: 22
Entre los
judíos, el precepto del Sábado, en su origen era gozoso. Sin embargo, la rutina
lo hizo muy aburrido.
El rabino
Samuel tuvo un sueño. Un ángel lo llevó al Cielo y el mostró dos tronos. “¿Para
quiénes son?, preguntó. Para tí, si buscas la verdad y el amor, y para un hombre cuyo nombre y dirección te entrego”.
En seguida,
fue llevado al lugar más profundo del infierno y le mostraron dos asientos
vacíos. “¿Para quiénes son?, preguntó.
Para vos, si vives como estúpido e idiota, y para el hombre cuyo nombre
y dirección te entrego”.
En su sueño
el rabino fue a visitar a quien debía ser su compañero en el Paraíso y
descubrió que ignoraba por completo las costumbres judías. Los sábados solía
dar una comida animada llena de amigos y vecinos. El rabino le preguntó por qué
celebraba esas comidas. El otro respondió: “Recuerdo que siendo niño, mis
padres me enseñaron que el Sábado era un día de descanso y regocijo. Por eso mi
madre hacía suculentas comidas, se cantaba, se jugaba y la gente estaba
contenta en casa. He seguido su ejemplo”.
En el mismo
sueño, el rabino fue a visitar a su posible compañero del infierno, y descubrió
que cumplía estrictamente con la Ley, aunque vivía oscuro y lleno de monotonía.
Gracias a esta visión, el rabino instruyó a la
gente para que celebrase el Sábado con la alegría del corazón, cantando,
formando la comunidad, y comiendo en familia.
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