martes, 14 de enero de 2014

59 Cumplir con alegría



59 Cumplir con alegría

La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo tenían en común.        Hechos de los Apóstoles 4: 22

   Entre los judíos, el precepto del Sábado, en su origen era gozoso. Sin embargo, la rutina lo hizo muy aburrido.
   El rabino Samuel tuvo un sueño. Un ángel lo llevó al Cielo y el mostró dos tronos. “¿Para quiénes son?, preguntó. Para tí, si buscas la verdad y el amor, y para un  hombre cuyo nombre y dirección te entrego”.
   En seguida, fue llevado al lugar más profundo del infierno y le mostraron dos asientos vacíos. “¿Para quiénes son?, preguntó.  Para vos, si vives como estúpido e idiota, y para el hombre cuyo nombre y dirección te entrego”.
   En su sueño el rabino fue a visitar a quien debía ser su compañero en el Paraíso y descubrió que ignoraba por completo las costumbres judías. Los sábados solía dar una comida animada llena de amigos y vecinos. El rabino le preguntó por qué celebraba esas comidas. El otro respondió: “Recuerdo que siendo niño, mis padres me enseñaron que el Sábado era un día de descanso y regocijo. Por eso mi madre hacía suculentas comidas, se cantaba, se jugaba y la gente estaba contenta en casa. He seguido su ejemplo”.
   En el mismo sueño, el rabino fue a visitar a su posible compañero del infierno, y descubrió que cumplía estrictamente con la Ley, aunque vivía oscuro y lleno de monotonía.
   Gracias a esta visión, el rabino instruyó a la gente para que celebrase el Sábado con la alegría del corazón, cantando, formando la comunidad, y comiendo en familia.

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