martes, 14 de enero de 2014

56 El cionturón del gaucho



56 El cinturón del gaucho
Esta generación se parece a esos muchachos,
que sentados en la plaza, se gritan unos a otros:
«Tocamos la flauta y ustedes no bailaron.
Cantamos lamentos y ustedes no lloraron».    Mateo 11: 16 - 17
   
   Sucedió en una estancia en la cual estábamos de campamento. Por las tardes había Misa y venían los de la casa principal y los peones que trabajaban en las distintas faenas.
   El último día, un gaucho con bombachas y alpargatas, pañuelo al cuello y sombrero negro, se presentó de pronto ante mí. Traía un cinturón de cuero blanco con repujes con un centro labrado y monedas antiguas pegadas en él. Era   bello.
-         Por favor, acepte este regalo -, dijo.
-         Muchas gracias. Es hermoso. No puedo aceptarlo - , respondí rápido.
-         ¿Por qué no?- , preguntó con el ceño fruncido.
-         Porque no estoy acostumbrado a usar un cinturón así- , afirmé riendo.
   El gaucho volvió a exponer el cinto sin reírse y repitió:
-         Por favor, acepte esto -.
-         Es demasiado costoso- , observé, - mirando la elegancia de la prenda.
-         Sí -, dijo el viejo, - lo puede dar a otro si quiere.
   Acepté el regalo. Al fin, seguí el consejo del hombre y lo regalé a un estudiante muy dedicado a sus tareas.
-         No lo puedo aceptar - , exclamó ante mi sorpresa.
   Entonces le conté la historia de cómo tenía yo esa pieza preciosa, y él aceptó el cinto con una sonrisa de comprensión. Estoy seguro de que entendió que ese regalo había que darlo a otro. No era una posesión, sino una misión.
   Quien te entregue un cinturón, no aceptará un no como respuesta.

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