domingo, 29 de septiembre de 2013

Five o'clock tea



Five o’clock tea

   El primer error:
vivir de te claro
por no librar verdades.
   Un engaño:
jugárselo todo
por tener una casa.
   Creo un credo:
no olvidar vivir
pase lo que pasare.
   Envuelto en súplica:
“Dame, Señor, el camino
sin mis propios pecados”.
   Una gran necesidad:
amar hasta lo inconcebible,
el resto es vanidad.
                        a A. E. B.  

viernes, 27 de septiembre de 2013

La palabra del amor y el gesto de salud



La palabra de amor y el gesto de salud


Te amo, dije al agua.

Absorbió mi palabra

y en un gesto extravagante

se convirtió en muchas flores.



Gritó al agua, el vecino.

Huyó de su maldad

y se volvió  repulsiva.



Oye esta melodía conmigo,

dije, agradecido, al agua.

Y con la extravagancia habitual

el agua se enderezó llena de flores.



No quiero verte más,

oyó el perro, de una boca amarga.

Y se trocó en monstruo.



Te quiero mucho,

dijo el hombre al can.

Bajo los ojos y se acercó manso.



Igual acontece a la gente:

se hunden o vibran

cuando tocan mi mano.



¿Qué le pasó a la mujer

que descargó sus lágrimas

sobre Jesús?

Salió de su alienación.

domingo, 22 de septiembre de 2013

El hombre atado a la desgracia



El hombre atado a la desgracia
  Vivir sobre una avenida tiene ventajas y desventajas. Entre éstas están los timbrazos a cualquier hora, en especial cuando cae la noche.
  Oí el timbre, cuando ya había atardecido. Los chicos de la Escuelita de Religión, descansados y contentos mal del grado de sus madres, que hubieran preferidos criaturas reventadas por el cansancio, ya se habían ido. Ganas de abrir la puerta no tenía. Conozco la tela.
  Con aliento desfallecido, me dice el cristiano (para usar el modo antiguo): “Mire, padre, ya no doy más. Nadie me cree. Ninguno me quiere ayudar. Y aquí está la receta ineludible para mi pobre mujer. Acaban de amputarle la pierna derecha en el hospital Santoianni.” Se trataba, hace unos años de 37.80, o sea, según la inflación real y no la inventada por el INDEC de hoy, unos 380 pesos. Para cualquiera era una suma considerable. Sin embargo, había que tener caridad con esa mujer que debería cojear para el resto de la vida. Y se fue la limosna.
  Al año siguiente, oigo otro golpecito en el timbre a eso de la hora habitual. Abro la puerta y – oh sorpresa – me encuentro frente al hombre de la mujer coja. Me dice con tono marchito: “Mire, padre, ya no doy más. Nadie me cree. Ninguno me quiere ayudar. Ni en San Cayetano… Y aquí está la triste receta de mi pobre hija. Acaban de amputarle la pierna en el hospital Santoianni”. Pregunto entonces con cara de idiota: “¿Qué pierna?” “La izquierda”, responde el mendicante.
   “Pero, hombre, usted va de mal en peor: año pasado fue la pierna derecha de su mujer y ahora la pierna izquierda de su hija. ¡Qué desgracia!” Cubierto el rostro de vergüenza ante mi memoria facial, se retiró en un mar de disculpas el parásito aquel. Y olvidé que me había hecho caer en su trampa un año antes. Ahora es sólo un deber para el taller literario.

El contador prudente



El contador prudente
  No se imagina uno que el magazine America pueda publicar un viril comentario erróneo a una parábola de Jesús (America, n. 5021- 9-16.IX.2013). Es tan confuso lo que escribe John W. Martens, que hube de fijarme en otros comentarios, cuya larga lista no voy a transcribir. Se trata de la parábola del “contador prudente” – a quien todos llaman “deshonesto” o “injusto” - en Lucas 16:1-8a. Finalmente me topé, Dios provoca maravillas y confusión, según dice Borges, con un librito editado en 1981 por Madeleine I. Boucher, una profesora de la Universidad Fordham. La dama inteligente no se confunde y lee  la parábola de modo correcto.
  Se trata del administrador nombrado por un hombre rico, que viaja por el Oriente disfrutando de la vida. Según el derecho judío ese personaje actuaba como quería con las riquezas de su patrón. Por eso, pícaro el hombre, cobra usura sin usar dinero. Entre judíos es una grave falta cobrar usura a un compatriota; con otros vaya y pase. El contador inteligente no calculó que sus compañeros lo iban a denunciar y que el rico propietario lo despediría. Una crisis, como las pasamos tantos, o un laberinto oscuro, del cual hay que salir o morir.
  El administrador encontró la solución: la usura que cobraba bajo cuerda, para su propio peculio era en bienes fungibles: barriles de aceite y cargas de trigo. Hace firmar nuevos pagarés a los deudores, quitándoles la usura escondida en los firmados al principio. Jesús alaba al tipo, porque obró con prudencia.
  Aquí es donde se pierden los comentaristas, aunque no la señora antes mencionada, que de parábolas es una experta y después de treinta y dos años habrá dejado de ser adjunta y tendrá su cátedra, si Dios no la llamó ya a su Reino. Confunden esos expertos cojonudos al patrón rico con el “señor” que aparece en el versículo 8a. Ese “señor” es nada menos que Jesús. Y este Jesús, a contramano de lo que dicen todos, alaba al contador prudente. Y enseña a sus discípulos que hay que tener semejante viveza para las cosas del Reino, o sea, usar el dinero para los planes de Dios, sin ser sus esclavos.  Mejor quedarse sin la ganancia espuria que cavar la tierra o pedir limosna. Mejor entrar al Banquete usando el dinero sucio para buenas obras, aunque te tomen el pelo (a veces).
  Mamá me decía a veces: “Ayer vino tu hermano menor (o mayor) a visitarme”. Decía yo: “Me alegro que sean buenos  hijos”. “Sí – continuaba ella – vinieron a pedirme plata”. “¿Y vos les diste?” “Claro, no importa que sean ricos, ¿quién me dice que no estén pasando una crisis? Total, mientras no se metan con los otros a quienes ayudo, a ellos también les toca. Yo rindo culto a Dios, no al dinero”. No era exégeta esa madre prudente. Sabía más del Evangelio que muchos eruditos.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

El sexto mandamiento



El sexto mandamiento
Una novia le pregunta a su novio: “¿De qué trabajas?”.
El le responde: “¿Trabajo? No tengo ninguno, ni me interesa.”
Entonces ella siente que baja a la fosa, y le dice: “¿No te das cuenta que no podemos vivir sólo en la cama?”
El le contesta: “Amor mío, eso depende de cuánto ames a tu papá.”
La mirada lóbrega de la pobre muchacha lo hizo reaccionar y dar una glosa.
“Soy muy débil de la carne, y vago para la labor. Por eso,  pienso  – mientras el cuerpo me deje -  vivir gozando de lo genital, y aprovechando el dinero de tu familia.”