Taller literario
“Me contaron que va a un taller literario. ¿Qué es
eso?”
“Nada del otro
mundo. Primero, se toma el té a la norteamericana, o sea, no te lo sirven.
Luego, llegan los retrasados por el tránsito o porque se olvidaron de la hora.
Después, la directora da la bienvenida a unos sujetos nuevos (siempre hay
nuevos, y nadie sabe cuánto van a durar). Después, un tal Fernando lee un
episodio de Káliman, no sé bien si está preparando una serie de televisión.
Entonces se hace un silencio. Un señor imponente de aspecto y (según la
directora) con varios premios a su favor, lee un largo cuento para quienes
saben adivinar las palabras, porque no oigo bien y no entiendo el argumento. Rodolfo
toma notas. Yo pongo cara de atención, no vayan a decir que soy maleducado. (Entre
nosotros, el taller es en un barrio fino).”
“¿Y usted para
que va?”
“Me arrastraron,
pues estaba acabando mi vida, y dijeron: “Ahora puede perder un poco de tiempo,
total…” El otro día una mujer cuidada de
rostro, leyó un cuento en lengua
ordinaria que hace diez años viene preparando. Usted se imagina, ¿qué valioso
debe ser escribir con tanto esmero? Como usted me resulta simpática le voy a
decir la verdad: voy a oír los poemas de Tomás, un muchacho que juega con las
palabras como hace Joan Miró con los colores. Puede ser que no te guste el
conjunto. Sin embargo, ¡qué envidia! ¿Cómo se hace para escribir como los
ángeles (no sé si cree en ellos, yo sí) y hacer rodar cascadas de verbos y
rancias resonancias?”
“¿Y usted va
sólo para oír?”
“No. Voy a
guardar algunas de esos inventos para usarlos en el momento oportuno. Y
preguntar a la directora, cómo se hace con los perros de la calle. Sabe mucho
de eso.”
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