Lo
inesperado
Lo inesperado sucede. No
sucede cuando nos ponen etiquetas. Desde niño oyó: “Se parece a su abuela en el
rostro y el carácter”. O bien: “Es un clon del padre en lo hábil y entrador”.
El padre aseveró: “Menos
mal que tenés la inteligencia de tu madre”.
Un hermano dijo: “Se
parece al abuelo, que sabe contar lindos cuentos”.
Fue de visita a Italia y
los parientes afirmaron: “Questi è una copia dello zio Bonifacio… così buono
e generoso”. Otros, luego de oírlo razonar, tenían una opinión distinta: “Ma no, lascia perdere…
questi è simile a la zia Rosa, cosí dura di testa”.
Viajó
a España, para no quedar rengo. Los parientes levantaron las manos para
abrazarlo: “Oh, que parecido al abuelo Domingo, que era un pedazo de pan”.
Algunos, fascinados por la frescura fogosa del joven, no tardaron en apuntar:
“Es igualito a Manuela, tan comandante”.
Cuando
ya era grande, el hombre se puso a meditar sobre su vida y concluyó: “Agradezco
al Todopoderoso que me ha dado gratis a la familia… Sin embargo, tengo nombre
distinto y soy un sujeto diferente: nadie aguardaba a un tipo así. Lo
inesperado sucede. Soy yo mismo y ningún otro. También agradezco al Señor mi
Dios, que me regaló esta identidad. Me parezco a todos y no me parezco a
nadie.”
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