viernes, 21 de marzo de 2014

71 "Confesarse" en 2014



71  “Confesarse” en 2014

   La crisis religiosa viene, desde 1968, con los maestros de la sospecha. Ha tocado a todos. Y se ha iniciado una época, unificada por el sentimentalismo, que viste la misma ropa para varones y mujeres, y, además, trajo más miedo a la muerte. La indiferencia de los poderosos hacia la situación de los nuevos pobres contribuye a embadurnar la escena.
   Los católicos de hoy van a confesarse. Son habitualmente mujeres sesentonas. ¿De qué se confiesan? De ningún pecado, seguro. Carecen de una consciencia que funcione. Entonces, ¿a qué van? Sienten que por enésima vez, ahora ante un representante de un Dios a quien no conocen aunque temen, deben repetir sus males pasados y presentes, sobre todo los primeros. Así desfilan sobre los oídos atentos del varón consagrado, dolores de la infancia, novios infieles, matrimonios fallidos, hijos ingratos y vecinos insufribles. Luego sigue la letanía de las penas físicas: que los tobillos, las rodillas y las caderas, que la espalda, que el corazón, que la sangre, que la garganta, los ojos y la cabeza.
   ¿Qué hace el pobre tipo que oye? Piensa: “¿Qué le digo?” Y se inaugura un duelo mortal entre la bondad y la verdad. La mayoría elige la bondad para sacarse pronto de enfrente a una persona que nunca entendió el significado de vivir. Unos pocos deciden admitir la verdad: “Mire, señora, a partir de lo que me cuenta deduzco que usted está cerca de la muerte.”
   Ahora sí que se arma el lío.
- No es cierto.
- Y ¿qué hace para no morir? Por lo que dice ya está muerta.
Silencio.
“Este hombre ha perdido la razón”, piensa la otra, espantada. “Vine a que me oyera nomás, porque estoy cansada de hablar con la gente del barrio, ya que la familia no quiere saber de mis penas, ¿y este tipo me sale con esto?”
   El otro prosigue:
- ¿Qué quiere hacer?
- ¿Qué voy a hacer? Aguantar hasta que Dios me llame.
– Pero, aguantar no es hacer, ¿qué quiere hacer?, -insiste.
– No sé hacer nada. No puedo hacer nada.
– Bueno, entonces, ¿Qué quiere hacer?
Mira con los ojos aguachentos y pide al hombre un pañuelito, si bien trae colgada una bolsa negra que ha de pesar al menos seis kilos.
- ¡Qué pena! No tengo. Mejor le doy la paz que necesita.
– Eso sí. Gracias. Que Dios lo bendiga.
   Y el anciano, después del gesto ritual, se resigna para la siguiente, aunque admite, ante sí, que desearía que apareciera quien quisiera hacer.

miércoles, 12 de marzo de 2014

69 Bernard Lonergan



69 Bernard Lonergan
(English written)
   In the year of the Lord 2004, I found the name of Bernard Lonergan in a book by David Tracy or Andrew Greeley. By that time I had finished one of the darkest periods of my life: the illness of my aunt Helen from 1998 to 2004, the year of her passing away.
   I felt relieved from a burden that had been hard to carry for such a long time. During that period I did everything as usual although more like a robot. Then I needed something new to forget those years. I went to the institute of Ms. Alice Fickenscher and under her iron fist I began to study mathematics anew. She put me in the second year of elementary school and I quickly progressed to the third year of secondary school. It was a year of hard work.
   Meanwhile, I received one of Lonergan’s books sent to me by my friend Ed Prus (Detroit). It appeared simple until one got into the plot. Then it became more and more difficult, and one needed to begin again. The process of self appropriation of his new ideas occurred very slowly and only through the struggle with such book. The effort was rewarded with new insights and a full knowledge of matters ignored by many.
   I was curious about the life of the scientific wise. I discovered that Lonergan wrote only three books during his career: Word and Idea in Aquinas (1942), Insight (1957) - and - Method in Theology (1972). Fifteen years to bear a painful labor each time. Meanwhile he, unwearied, wrote hundreds of articles, speeches, and classes. I realized how important the transcendental precepts, so I wrote about them (in Spanish, though) a long and original contribution for a volume in honor of a member of our faculty. Now I know that Lonergan used every possible opportunity to repeat his theory of knowledge: the principles of a method that nobody in the field of Science and philosophy could deny (of course, Science with a capital letter).
   Afterwards, in 2005, I was invited to give a course on this method to university pupils, given the fact that I was the only professor who knew English, as to understand the nuances of the philosopher, and had read Insight. I felt a thrust to accomplish the arduous duty untiringly. I wrote a small book to facilitate the understanding of Insight for the pupils. In 2012 I received a group of pupils. All of them came from the capital city, Buenos Aires, and could not be interested in Lonergan and did not read a line of his work, thinking maybe beforehand, that an old professor would pass them without their effort. It was a scandal because I came to the exam room with four questions written on four papers. Hardly any obtained a 5; the others were out, saved by the means of the powerful people of the faculty. From 2013 I quit the course, though I am convinced, more than ever, of the relevance of the famous, hidden author for society at large, and for the union of Christians in particular.


67 El medallón



67  El medallón de San Gabriel Arcángel
 Bendigan a quienes los persiguen, no maldigan.
No te dejes vencer por el mal; antes bien vence el mal con el bien.                                                                                                                        Romanos 12:14.21

   Marcelo había llevado un medallón a su oficina, con el exorcismo de San Gabriel Arcángel. Quería colocarlo en la puerta de entrada para que defendiera a cuantos trabajaban allí. Así lo hizo.
   Cuando llegaron los colaboradores del gran proyecto que preparaban en las computadoras sincronizadas, sacaron el medallón y lo pusieron sobre la computadora de Marcelo.
   -No necesitamos nada de eso aquí,  -dijeron
   Ese día todas las computadoras, menos la de Marcelo, dejaron de funcionar.
   Creer o reventar,  dijo alguien después.



66 Los vientos

64 El hijo



64 El hijo
   La mujer se moría. Para salvarla necesitaba Agua de vida, que era muy difícil de conseguir.
   El hijo mayor dijo: Voy a buscarla. Cuando llegó al cruce de caminos, un enano le preguntó: ¿Adónde vas? –Tonto, le dijo el joven arrogante, -¿qué te importa?-. Siguió y se perdió.
   El segundo hijo dijo: Mi hermano no llega. Voy a buscar el Agua de vida. Al llegar al cruce, el enano lo interrogó: ¿Adónde vas? – Tonto-, dijo el joven arrogante, ¿Qué te importa? Siguió y se perdió.
   El hijo menor pensó: Mis hermanos no llegan. Mejor voy a buscar el Agua de vida.
   En el cruce, el enano le preguntó: ¿Adónde vas? El hijo menor le respondió: ¿Sabes en dónde puedo hallar Agua de vida para mi mamá que se muere?
   -Si- dijo el enano. Y le explicó cómo obtenerla. Le dio un martillo y dos panes. Había que golpear una puerta, y aparecerían dos leones, que se calmarían con el pan. –Debes buscar el Agua antes de las 12, porque se cierran las puertas.
   -Gracias, repuso el hijo menor. Encontró la realidad como la había descrito el hombre bajo.  Tomó un poco del Agua de la fuente en una cantimplora y volvió a tiempo para salvar a la madre.
   Sin agua morimos secos e infecundos. Hay dos clases de agua: la del bautismo y la de las lágrimas por nuestras fallas.
   Solo regado por esas aguas puede el grano sembrado morir y ser fecundo.

63 Maravillas guaraníes



63 Maravillas guaraníes
   En Paraguay quedan los mejores restos de las misiones cristianas en los s. XVII-XVIII. Lo que ven los ojos sólo puede contarlo el corazón. Es vital saber cuáles son esas reliquias.
   Se trata de enormes aldeas alrededor de una plaza inmensa (“plaza de armas”) A esa plaza miran el templo principal y las casas de los indios guaraníes. Junto al portal que da ingreso a la plaza hay la torre del vigía con las campanas. A un lado del tempo hay un claustro con un jardín privado que usaban los Patres, los caciques y los niños del colegio.  Rodean al claustro, la biblioteca, el archivo, las despensas, los talleres especiales. Las casas y demás habitaciones dan a unas largas galerías con techo asentado en columnas: son los corredores yeré, que se usa en aquel país hasta hoy.
   Cocineros y otros trabajadores se levantan a las 5 de la mañana, con los Patres. El resto a las 5.30 para media hora de oración.
   Hay un Pater o dos a lo sumo. La misión jesuita es dirigida por un consejo de caciques. Ellos deciden los horarios, las tareas, los viajes, las compras, las ventas y todo lo que atañe a la vida material. El padre celebra los sacramentos, atiende las confesiones, y se dedica a tareas de índole cultural o espiritual. Así si es músico, enseña a cantar y a tocar instrumentos; si es arquitecto, diseña hasta el último detalle la construcción de los edificios; si es escultor, tiene un grupo de alumnos que copia exactamente (y mejor) al maestro; si es lingüista, se dedica a componer diccionarios, libros en guaraní y catecismos. Las misiones tienen las imprentas más famosas, que no hay en ninguna ciudad.
   Algunos museos, como el de San Cosme y San Damián, y el de Santa Rosa, guardan  apiñadas asombrosas imágenes o grupos con sus colores y su oro original. Sólo quien ha visto estas cosas pasmosas puede dar testimonio del nivel espiritual al que habían  llegado los guaraníes. ¿Qué quedará de  esta riqueza cultural? Esperamos que no suceda lo que hizo el dictador José Gaspar Rodríguez de Francia (1766-1840) con los restos guaraníes en la actual provincia de Misiones: arrasó con todo lo que pudo, pese a la política de buena vecindad con otro dictador José Manuel de Rosas.