46 La reunión
Rodeada de gente brillaba la mesa de caoba. Las luces mostraban el cansancio de
un día laboral por la noche. Padres y padrinos de tres familias hacían las
reuniones previas al próximo Bautismo de sus hijos, como mandan las normas
católicas. Éramos quince personas, un lindo grupo, al cual debía motivar e
interesar. Me sentía contento porque los ritos del Bautismo me surten de
alegría: unir a los bebés a Jesucristo resucitado.
De pronto, alguien pegó un golpe sobre la tabla y se hizo un silencio chocante.
Emocionado y con rabia gritó un hombre a mi izquierda: “No puedo compartir esa
alegría de la que habla. Mi hijita tiene el síndrome de Down en el estado más
grave. Es idiota.” Se cubrió el rostro con las manos temblorosas, mientras su
esposa sollozaba aguas amargas y los padrinos se mordían los labios. Lydia y
Roberto Freaza, los voceros de la comunidad, me taladraban con sus miradas.
Me había olvidado de que habían pedido que su bebita discapacitada fuera bautizada
un lunes a la noche, sin gente, en la intimidad. Bajé la vista, cerré los ojos:
“Señor, ¿qué hago ahora?” Mantuve la paciencia. Siguió el silencio.
Inicié luego la respuesta con voz serena y tierna. “Su hija posee una traba
para crecer en la libertad y el entender. Como nosotros, ella recibió de Dios
un alma y un cuerpo destinados a la resurrección gloriosa. Terminada su vida en
este mundo, va directo a contemplar el rostro de Dios, reunirse con los santos
y llenarse de placer. Ése es el privilegio de haber nacido así. No sucede igual
con nosotros. Debemos usar la libertad, buscando el bien. Y pasamos por las
penas, las sombras y el dolor.
Se calmó la muta. Nada más fue dicho. Dejaron su suficiencia los padres de
niños sanos. La reunión continuó: ‘Cristo murió por todos”.
A los pocos días, la esposa dijo: “He hablado con mi esposo. Es verdad lo que
la Iglesia afirma. Nuestra hija tiene esa dignidad y está llamada a la gloria.
No por sus palabras, sino porque Alguien nos habló por dentro. Aceptamos bautizarla
el domingo junto a los otros niños en la ceremonia solemne. Y le preparamos
una preciosa vestidura blanca para ese Baño físico y espiritual”.