jueves, 22 de agosto de 2013

Una foto nunca vista



Una foto

Veinte cuerpos pegados al suelo y vestidos con una mortaja blanca, no se mueven. No se ve el techo, tan alto es el lugar. ¿Será un sepulcro olvidado de la máquina? En la última fila el primero es un joven frágil. El hombre enfocado parece tener un cuerpo resplandeciente. No se nota una arruga en su bata inmaculada. El muchacho  está drogado o en éxtasis. ¿Quién lo dejó así, con el vientre y los genitales pegados en el gélido mármol, que a la sazón había allá. Las manos están debajo de la boca, por eso el torso está un poco más elevado.
¿Qué hacen esas mejillas inertes en ese lugar? ¿Serán como los cadáveres de las víctimas de Cromagnon o Plaza Miserere, puestos uno junto a otro? ¿O los morochos y rubios soldados de las Malvinas? No se nota diferencia, sino en la veste que los cubre y la mayoría de las suelas nuevas.
Es una foto en blanco y  negro, miedosa del color, y del video. Falta sonido. ¿Podrá alguien imaginarse, qué poesía luctuosa entonan para esos despojos? Sin embargo. no se siente que estén próximos a la sepultura. Más bien, forman parte de un ritual  misterioso en el cual, quienes deben dar  vida a otros, pasan por esa especie de tránsito. ¿No será algún drama sacro, representado por hábiles actores?
¡Qué foto áspera! Nadie puede dejar de mirarla, pues podría ser que algún baqueano descubriese un signo vital en esas carnaduras desguarnecidas que yacen así. ¿Habrá algún músico que, no sé bien con cual artificio  secreta, pudiese conocer el envoltorio  melódico de esas formas casi inmateriales?
Sus manos se resisten a colocarla otra vez  junto a los recuerdos de su madre. ¿Cómo logró ella esa foto?  Querían un fotógrafo. No se los permitió. Les había dicho que los eventos culminantes no precisan fotos. Basta la consciencia memoriosa del sujeto que, si bien fértil,  se presta a tal  agonía que lo deja sin mujer e hijos.

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