El Viento
No preví que el rey de
babilonia
moriría
no por soledad y
ceguera
sino por vientos
tifones
tormentas de arena.
Así me sucedió:
tan seguro estaba de mi
horizonte
el Viento me llevó
adónde quiso
no pude escapar a su
fuerza.
El soplo pasó por la
flauta
creó melodías
me inserté en el
pentagrama
embriagado.
El mismo Viento
me empujó
hice lo que quiso
hasta soportar
la ceguera de los
grandes.
Un día, empero,
igual que el Santo
antiguo
sentí el dolor
de que mi soplo
no inflamase la tierra.
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