jueves, 22 de agosto de 2013

Gente de colegio



Gente de colegio

          El celador viene refunfuñando entre dientes. La secretaria deja escapar una grave risita. En la sala ríen bonancibles mujeres. Es tan aburridor el papeleo, que es bienvenido cualquier episodio que merezca un chisme. ¡Qué desafinada es la cháchara de las empleadas! El muchacho de quinto carraspea levemente para entonarse la garganta. Dice: “No fui yo”.  Sin embargo, el pez por la boca muere y le atraen con un anzuelo. Pica el desdichado. “Tiene cinco amonestaciones”, dijo una con ese tono vulgar de los barrios alejados. “Si quiere, puede ir a conversar con el Rector”.
          Nadie se atreve a visitar a Félix Nattkemper. Es un bulldog. “Si fuera la esposa, Nina, vaya y pase. Nattkemper… me echa”, piensa el chico.  Y se va. Justo llega para el recreo. Los camaradas lo encierran haciendo mil gestos dignos o abominables, ridículos o sublimes, amistosos o malvados. Otros se sonríen con muecas que bien pueden ser la brutal risa de los diablos. “¿Cómo te fue?”, preguntan anhelantes. “Cinco o Nattkemper”, contesta. “Andá, loco, andá”, dicen mientras el carcajeo les retoza el gañote.
          Medita el joven mientras asoma el espectro de una sonrisa: “¿Y si voy a hablar con el viejo mastín?” Los colegas lo asustan: gruñendo inventan  historias sobre el Rector, y hacen buches para no matarse de la risa. Decide: “No voy nada. ¿Y si me pone de pie fuera del aula para aleccionar al colegio, como hace el gordo Alessio? ¿A qué hora llego a casa yo, que vivo en la loma de la miércoles?” En los telares locos de su imaginación, piensa el chaval en su adusto padre, con esos labios de carnaduras espesas, un poco cubiertos por los mostachos. El hombre escucha a su hijo como quien oye llover. Pregunta: “¿Hasta la de literatura, hasta la Chiappori te puso diez? ¿No le habrás besado los párpados a esa mujer? ¿Cómo un pibe que saca diez en cada materia, tiene cinco amonestaciones?”  El muchachito se atreve y dice: “En la clase de Madeleine Vanhulente, la de francés, solté una ventosidad gigante”. El padre agrega: “Menos mal que no te pasó lo de Sancho asido al Quijote”.

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