jueves, 22 de agosto de 2013

Rodrigo



Dráculas caseros
          Nunca imaginó que su hijo Rodrigo pudiera organizar las vacaciones de invierno con semejante ojo. Como en el colegio sólo andaba por los seis, pensó que dejaría las cosas al azar. Notó que no había encarado nada religioso, si bien tenía un raro lazo con el cura.
          Se hizo un cuadro con horarios y lugares desde el despegue  de las sábanas hasta la noche. Mucho deporte y salidas vaya a saber uno bien adónde. Había pasado los quince y, si se interesaba por las pibas, lo guardaba en la despensa. El padre se interrogaba por qué andaba con pocos cuates. Incluso que algunas salidas las hubiese marcado con su hermano, seis años menor.
          Llegó al ocaso de los días libres, y como sólo hizo lo que se lo dio la gana, acabó molesto. No le importaron las migajas congeladas, ni  el gorro fachoso   que llevaba, ni los piquetes.  Fue adónde quiso y el padre ni chistó.  La víspera del lunes el chico se sintió morir.  Nada había leído, nada estudiado, nada escrito, nada rezado. Lo peor: estaba rodeado por un rosario de sueños rotos y sucios recuerdos. El domingo a la noche tuvo arcadas y lanzó. Con el agua de la ducha se mezclaba una lluvia de lágrimas, pues pensaba que así quedaría limpio. El espejo le negó la suposición. ¿Para qué había aceptado  destrozar dos tallos erguidos que estaban por dar su flor? Luego que Pedro, Gaspar, y Cristian descarrilaron, lo habían empujado. Eran sus amigos del fútbol y él era el más alto con cara ingenua y más pinta. Ahora las lágrimas y la sangre de las chicas vulneradas lo envenenaban, a él que ansiaba un amor con dos alas.
          Alicia se dio cuenta del agobio de su hijo mayor. Le había dado su venia y aceitado su mano. Ahora se culpaba por no haber aconsejado al muchacho.  ¿Por qué pensó  que ayudar a su hijo era sepultar su aliento? Se preguntaba: “¿Qué pasará ahora?”
          Rodrigo dijo: “Mañana voy a confesarme”. Los padres lo estudiaron con tiento: “No hiciste nada malo”. Contestó con bronca: “¿No entienden lo que hice? Tuve quince días de fortuna. Ahora necesito el remedio agrio y largo que me dará Monse. Saben una cosa: en estos días apagué mi luz para no ver nada.   

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