Villa Allende (1)
Mi tocayo pidió que lo
acompañara a Córdoba. Necesitaba alquilar una casa amplia para su numerosa
familia. Pese a su juventud, había sido nombrado gerente regional de los
Yacimientos Petrolíferos Fiscales, conocidos como YPF.
Viajamos en su auto. Un sábado,
para comprar los diarios cordobeses del domingo y ver las propiedades que se
alquilaban en los alrededores. No recuerdo ahora muchos detalles de la estadía.
Cuando me levanté ya estaba él
marcando las probables casas. Fuimos a Villa Allende. Y nos dirigimos a una
casona moderna y con buen aspecto. Llamamos. Salió una mujer cincuentona
vestida con un deshabillé estampado
con flores. Aunque era verano, se había colocado encima un saco de lana o hilo
fucsia de color.
Observaba lo que sucedía entre
ellos: cuánto pedía ella y cuánto estaba dispuesto él a gastar. Estábamos
frente a la plaza del pueblo o villa. En una esquina cercana se divisaba una
iglesia a medio terminar: "gótico en Córdoba", pensaba. Pocos negocios se
notaban, porque el lugar era residencial
y las compras se hacían en otra parte.
Al fin, con dificultad llegaron a un acuerdo. La dama
repetía, "por nuestro abolengo llevamos un tren de vida alto y por eso el
alquiler también lo es". El sol ahora brillaba pleno y hacía relucir los árboles
y arbustos del sitio aquel. Saludamos
cordialmente a la dueña. Y salimos a tomar aire puro. Osvaldo, un poco cansado
del negocio, afirmó acerca del atuendo gastado de la dama en cuestión: "El
abolengo le salía por los codos".
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