miércoles, 3 de septiembre de 2014

85 Un piano a bayoneta

Un piano a bayoneta

   Orlando  Barbieri dijo: -No soy organista y me manejo mejor con el piano. Me ofrecen uno antiguo y en buen estado. Era 1994 y era mi músico desde 1975, más aún, le había enseñado muchas cosas para poder acompañar al pueblo cristiano en el culto. Acepté, diciendo: -Bien, Orlando. ¿Cuánto cuesta? Resuelto dijo: -Mil dólares.
   Pocos días después llegaba a San Gabriel Arcángel el piano de Fernando Vinelli, uno a bayoneta de 1900. Era de Paris, aunque la marca era Rössler.
   Mientras vivió Orlando lo usó mucho. Le gustaba ejecutar en él las canciones folklóricas, o el himno nacional. Cuando llegó Pedro Juan Sorhonet, que era organista en serio, el piano quedó sobre la pared del fondo y casi no se usó.
   Además, entretanto había prestado mi piano de cola a la parroquia y Rubén Ramos sólo tocaba en el Blüthner de 1925 (el que había comprado a María Celia García Bollini para ayudarla en su vejez), hasta que viajó a Grecia, en donde vive ahora.

   Pedí a Pablo Corpas que lo vendiera, más o menos al mismo precio que nos había costado. Sólo consiguió un platero rico que tomó el piano como parte de pago (unos tres mil pesos de la moneda argentina devaluada) de unas medallas del Arcángel, que la gente pedía por la ola de asaltos y crímenes que se vivían bajo el reinado de una presidenta multimillonaria. 

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