Por primera vez leo un libro en inglés
Vamos caminando por la calle
San Martín de Mar del Plata. Es la peatonal. Papá es alto, erguido, un poco
grueso, despreocupado de las ropas que se muestran, no se interesa por las
vidrieras como mamá y la tía Elena. Mis hermanos miran pelotas o juguetes, o
simplemente caminan junto a su progenitor.
Al pasar por la casa Rey, la
gran librería de entonces – 1946 -, me pregunta de improviso:
- Osvaldo, ¿cómo
va tu inglés?
Respondo enseguida:
- Leo bastante bien. Me cuesta hablar rápido.
Escribo bien. Oigo regular.
Dice como quien no quiere la
cosa:
- Entremos a la Casa Rey, Hay una sección de libros en inglés. Quién te dice
que no haya algo para vos. Nos abrimos paso circundando mesas repletas de
libros, hasta llegar al fondo. Allí están los anaqueles de libros ingleses.
Nadie prohibía la importación en aquellos tiempos.
Papá pregunta:
- ¿Qué tramas te interesan?
Con
mis once años y medio respondo:
- Las novelas policiales.
– Aquí hay algo afirma. Señala un estante
lleno de libros de Agatha Christie.
Con temor digo:
- No soy capaz de leer un
libro.
Papá no se inmuta. Apunta:
- Bueno, las primeras páginas van a resultar terribles porque tendrás que usar
el diccionario. Una vez que encuentres el estilo de la autora, ya puedes seguir
adelante sin el mataburros y salteando adjetivos y adverbios, hasta llegar al
desenlace.
Elijo The Sittaford Mystery, una
novela escrita en 1931. Sucedió tal como dijo el viejo. Y luego hasta el año
2000 leo la colección completa de la autora inglesa, incluso las obras escritas
con seudónimo.
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